domingo, 17 de junio de 2012

LOS NÚMEROS Y LA CABALA

Para la magia de la antigüedad los números contenían los elementos de todas las cosas y de todas las Ciencias. Eran un compendio del conocimiento. Concebían que para comprender la esencia de estos números debíamos recurrir no al lenguaje de los sentidos, sino sí al del Espíritu.
Los Sabios Cabalistas afirman que el gran sistema del mundo está construido sobre ciertas bases de armonía. El Ser, la forma y la acción son una consecuencia natural de estas bases.
Los números son estas bases de armonía del mundo. Conociéndolos podemos comprender las Leyes de la Naturaleza, sus relaciones, géneros y efectos mutuos. Según esta concepción los números son las bases invisibles de los Seres. Así, sus cuerpos vendrían a ser sus bases visibles.
Cada Ser del Universo tiene un principio y una forma. Estos dos extremos sólo se unen a través del número. De la misma manera que podemos ver las cualidades externas de un cuerpo, es posible que vislumbremos las cualidades invisibles de estas mismas cosas por medio de los números.
Nuestra Esencia ideal, tiene como nuestra existencia corporal, número, medida y peso, cualidades que son visibles para la inteligencia. Los números del mundo son infinitos. Pero podemos conocer su marcha de manera sencilla y directa puesto que su ritmo se marca con los números fundamentales del uno al diez.
Existen números que se corresponden con el fondo y la sustancia de los Seres, su efecto, su duración y los grados de sus progresos.
Los Cabalistas establecen una diferencia grande entre los números y las cifras. Los primeros son destinaciones y consisten solamente en las grandezas Espirituales. Las segundas sirven para contabilizar las cosas corporales.
Las grandes cantidades contienen las pequeñas de la misma forma en que se da en la naturaleza. Cada mundo superior incluye los mundos inferiores y cada mundo minúsculo forma parte de un mundo mayor.
Desde épocas remotas se les ha atribuido a ciertos números poderes misteriosos y ocultos. El uno era identificado con el carácter sublime de la Divinidad. Los seguidores de Pitágoras consideraban que el cuatro era el símbolo de la perfección. El tres estaba considerado como un número sagrado en la India, en Egipto y en Israel.
Los nórdicos consideraban de mala suerte el número 13 y todavía hoy esta cifra inspira cierto temor. El número 7 era venerado por los hebreos (los siete días de la semana, los siete brazos de su candelabro) y por los griegos (La Hidra, fabuloso monstruo derrotado por Hércules, tenía 7 cabezas). En cambio, los pueblos de Mesopotamia consideraban que el 7 era nefasto.
Los Números y las Letras del ALFABETO HEBREO
El sonido de una de las letras corresponde a una vibración que se manifiesta en un número. En esta línea de análisis cada número es un conjunto de relaciones geométricas de espacios que activan la energía.
A cada letra del alfabeto hebreo le corresponde un número. En la antigüedad los judíos, los griegos y los árabes utilizaban el mismo signo gráfico para indicar un sonido o una cantidad.
Los Cabalistas utilizan una serie de operaciones para descifrar la equivalencia entre los sonidos y los números. Las palabras se consideran como portadoras de cifras misteriosas. Los sistemas para descifrar estas equivalencias son de dos grandes tipos.
1. Los Sintéticos: cuando una sola palabra encierra en sí a otras. En este sistema se puede utilizar el desarrollo, la división o la transposición de las letras.
2. Los Idénticos: cuando una misma cosa se expresa mediante varias formas distintas de escritura.
Entre los sistemas más utilizados tenemos en primer lugar la Guematría, considerado el más elemental de todos, consiste en desplazar entre sí palabras compuestas de signos diversos, pero cuya suma es igual al mismo valor numérico.
La Guematría busca el valor numérico de la palabra, para desentramar su significado, el cual se dilucidará al encontrar el equivalente con otra palabra  cuyas letras sumarán el valor numérico de aquella.
Por ejemplo dice en el Génesis: Para saber quién es el Pacífico se suman los valores de las palabras hebreas así:   Yod=  10     Beth=   2      Aleph=   1     Schin=   300     Yod=   10     Lamed=   30      He=   5       Total =   358. 
Como la palabra  Maschiah tiene un valor numérico igual se deduce que el Pacífico será el Mesías. Otro sistema es el Notarikón, por el cual se crean palabras nuevas a partir de las letras iniciales o finales de una frase. También se puede sacar una frase de una sola palabra en sentido inverso.
Tenemos además la Temurah, por la cual se sustituye una letra por otra en función de combinaciones alfabéticas. Siguiendo este sistema se encuentra el nuevo sentido de una palabra transponiendo las letras de las que se compone o separándolas de manera que formen diferentes palabras, o sea siguiendo un procedimiento anagramático.
De esta manera tendríamos dos niveles de comprensión de los textos Sagrados: uno exotérico, que saca enseñanzas e interpretaciones de las fábulas bíblicas y otra esotérica, que incluye múltiples símbolos y nombres divinos accesibles únicamente a los iniciados.
Estos nombres ocultos, impronunciables de los demonios y de los espíritus son instrumentos mágicos. Evocándolos y conociéndolos, el cabalista puede gobernar el Universo. Por este camino se recobra la armonía perdida, el jardín del Edén del que fue expulsado el hombre.
Los números se clasifican en tres grandes grupos: el primero incluye los números simples del uno al nueve. Son los llamados pequeños números. El segundo grupo comprende los números medios, que comienzan en el diez y terminan en el 90. El tercer grupo se obtiene multiplicando las unidades por las decenas y son los denominados grandes números.
LA TRANSCRIPCIÓN
Para los que no conocen el Hebreo y no tienen perspectivas realistas de llegar a hacerlo se puede recurrir a la transcripción. Se transcribe cuando se traduce un alfabeto a otro caracterizado por utilizar sonidos diferentes.
Transcribir una lengua Sagrada a una lengua profana no es tarea fácil. Tenemos que partir de que el hebreo no tiene vocales propiamente dichas y que si las tiene estas cumplen una función meramente secundaria y accesoria y están desprovistas de valor numérico.
En todo caso muchos se han lanzado a la tarea de encontrar estas equivalencias con idiomas como el castellano, el inglés, el francés y el italiano. A continuación reproducimos las equivalentes con el castellano:
Una de las prácticas cabalísticas utilizadas hace corresponder cada una de las cifras de una fecha con la letra correspondiente, partiendo del hecho de que el calendario judío arranca desde el 3760, año de la Creación. De esta manera el año 1998 pasa a ser el año 5758.
Un ejemplo de esta manera de desentrañar significados de las fechas es la siguiente: se analiza el año 1914, año de inicio de la Primera Guerra Mundial.
 El año sería el 5674 y se sumaría así:  400+200+70+4
Esto equivaldría a las letras: Tau, Resch, Ayin, Daleth, que unidas forman la palabra hebrea Tir´ad, que significa”Matarás”. Siguiendo el mismo sistema el año 1938 se transcribe como “Tirtzach” que significa “temblarás de terror”.

Judit Ebrath





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