La
estructura del Árbol de la Vida se basa en las emanaciones que fluyen hacia
abajo a partir de la primera Corona. Después del impulso inicial de la Creación
se desarrolla una secuencia desde la primera Sephira (o recipiente), pasando
por ocho etapas para resolverse finalmente en la décima Sephira, llamada
Malkuth o el Reino, situada en la parte más baja del pilar central.
Este
desarrollo primario puede compararse con una octava musical de Do a Do, en
donde cada nota realiza una función particular al interactuar las emanaciones
entre forma y energía, tal como lo expresan los pilares izquierdo y derecho del
Árbol de la Vida.
Esta
progresión se denomina Rayo Luminoso porque baja por el Árbol haciendo zigzag.
Comenzando en Keter, la Corona, fluye hacia Hochmah, Sabiduría, en donde se
manifiesta como una poderosa dinámica en la cima de la columna activa, regida
por Abba, el padre cósmico o principio masculino. Después cruza hacia Binah, el
Entendimiento, la cual en su papel de Alma, la madre cósmica, encabeza la
columna femenina. Las columnas activa y pasiva también se denominan pilares de
la severidad y de la misericordia, siendo la segunda la que representa el
principio masculino. Aquí comienza a funcionar la Trinidad de la Creación,
conforme la Energía Divina que parte del equilibrio perfecto busca encontrar su
nivel y resolverse de nuevo. El flujo de emanaciones, sin perder su naturaleza
esencial a pesar de cambiar sus características, cruza después la columna
central del equilibrio y pasa a la Sephira de Hesed o la Misericordia. Aquí, el
poder, al ser recibido de nuevo por la columna activa, adquiere la cualidad
expansiva dinámica de esta etapa antes de cruzar hacia Geburah o el Juicio, en
la quinta estación, donde la fuerza se inspecciona, se equilibra y ajusta antes
de pasar a Tiferet, la Sephira vital, en el pilar central del Árbol. En esta
unión se alcanza el punto crítico del equilibrio. Tiferet o la Belleza tiene
una relación especial con Kether, la Corona, por la conexión entre ambos
mediante el eje de la columna central. Lo único que separa a Tiferet de Kether
es una Sephira invisible que se llama Daat, el Conocimiento, que funciona
solamente en condiciones particulares. En Tiferet se mantiene una imagen que es
un espejo de Kether, que opera en una escala menor. Las emanaciones pasan
después hacia la Sephira activa de Netzach o Eternidad. En este punto las
funciones activas se repiten una y otra vez, manteniendo así el nivel de
energía. Desde este transformador, las emanaciones cruzan hacia Hod, el
Esplendor, palabra hebrea que también puede traducirse como Reverberación, ésta
quizás sea una descripción más adecuada de las funciones de Hod, la encargada
de recoger y transmitir información. Desde aquí las emanaciones vuelven a tocar
la columna central y se enfocan en Yesod o Fundamento. Aquí existe otro espejo,
aunque más velado, ya que es reflejo de un reflejo; sin embargo, es lo
suficientemente poderoso como para proyectarse fuertemente, aunque sólo sea una
proyección. Directamente, debajo de Yesod, está la última Sephira: Malkuth, el
Reino, en donde se acumulan todas las energías activas y pasivas, y todos los
procesos recibidos de las Sephiroth Superiores. Aquí encontramos el Do que da
la octava completa.
Las
Sephiroth del Árbol pueden considerarse como un sistema de funciones en un
circuito donde fluye una corriente Divina. Cada función no sólo crea fenómenos,
sino también transforma todos los subcircuitos adyacentes. Cualquiera de las
Sephiroth puede cambiar la dirección del flujo, creando campos y acciones
variables. El poder se puede dirigir hacia arriba o hacia abajo en todas las
Sephiroth modificando los hechos, mientras que la corriente regresa a la Fuente
a través de la Tierra de Malkuth.
Un
ejemplo del paso del Rayo Luminoso a través del Árbol puede verse en el proceso
de escribir un libro, Kether es la Corona, el principio creativo. La idea se
concibe en Hochmah. Como visión puede ser muy poderosa: la semilla de una gran
novela, pero en Hochmah no es más que una vaga idea, potente pero sin forma,
que después de un largo período comenzará a formularse en Binah. ¿Quizás quedaría
mejor como obra de teatro? ¿O tal vez,
como guión cinematográfico?. El tiempo y el principio de la Sephira receptiva
superior de Binah le daría forma, digamos, de un libro de extensión media,
centrado sobre una situación particular en la cual habrán de participar determinados
personajes. En este punto puede permanecer durante muchos años en la mente del
escritor y, a lo mejor no se escribe nunca. Pero, un día, puede considerarse en
una entidad definida con un gran diseño. Esto es Daat, el Conocimiento. A
partir de este momento se inicia un proceso nuevo que algunos escritores llaman
“cocinar”. Esta incubación es seguida de la acción de gestación hesédica
caracterizada por el gran crecimiento y la gran expansión. Las situaciones se
van acumulando, fragmentos de conversaciones se entrometen en la conciencia del
escritor, los personajes se desarrollan por sí mismos y la historia llega a
colmar el vaso y desbordarlo. Es aquí en Hesed, donde el escritor debe tener
cuidado o perderá, por disipación mental, todas las ideas que habitan en su
interior. Digamos que comienza por escribir un boceto, anotando las fuerzas
creativas presentes en él. Sin embargo, debe juzgar y rectificar repetidamente
(función de Geburah) lo que Hesed le otorga, pues con frecuencia suele ser más
de lo necesario, por lo que se hace imperativa una edición constante del
material. El libro gradualmente adquiere forma. La esencia, o Tiferet,
comienza, a verse. Tal vez sea una obra maestra, el destilado de experiencias
recogidas en toda una vida o quizás, es tan sólo un libro de texto de tema
económico, pero de cualquier manera tendrá un sello peculiar, su característica
distintiva. Así es como se puede distinguir un Tolstoi de un Hemingway. En
Tiferet se centra la síntesis de forma y energía, y ésta es la razón de que
esta Sephira se conozca como Belleza. Hasta aquí, a pesar de todo, en este
punto, el libro es apenas un esbozo, que existe más que nada en la cabeza del
escritor. Pero si no lo escribe en su totalidad, no pasará de ser otra de las
grandes obras maestras que jamás se escribieron. Netzach o Eternidad será quién
se ocupe de esta tarea. Las fuerzas vitales del cuerpo, controladas por Hod, y
los procesos voluntarios hacen que se deslicen por el papel. Netzach conoce su
trabajo instintivamente, mientras que Hod, gracias a su entrenamiento mental y
sus reflejos físicos, estructura el conocimiento y el lenguaje en oraciones
coherentes.
Yesod
o el Fundamento amalgama todo lo que ha sucedido, organiza la operación en un
estilo personal y lo refleja en el escrito reteniendo así una imagen en la
memoria que sirva como referencia. Malkuth es el cuerpo y el libro en sí. La
manifestación física en el mundo. El Cielo ha tocado la Tierra.
* Z’ Ben Shimov Halevi, op. Cit;
pp. 35-38
LA FERRIERE
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