domingo, 19 de agosto de 2012

EL RAYO LUMINOSO*


La estructura del Árbol de la Vida se basa en las emanaciones que fluyen hacia abajo a partir de la primera Corona. Después del impulso inicial de la Creación se desarrolla una secuencia desde la primera Sephira (o recipiente), pasando por ocho etapas para resolverse finalmente en la décima Sephira, llamada Malkuth o el Reino, situada en la parte más baja del pilar central.
Este desarrollo primario puede compararse con una octava musical de Do a Do, en donde cada nota realiza una función particular al interactuar las emanaciones entre forma y energía, tal como lo expresan los pilares izquierdo y derecho del Árbol de la Vida.
Esta progresión se denomina Rayo Luminoso porque baja por el Árbol haciendo zigzag. Comenzando en Keter, la Corona, fluye hacia Hochmah, Sabiduría, en donde se manifiesta como una poderosa dinámica en la cima de la columna activa, regida por Abba, el padre cósmico o principio masculino. Después cruza hacia Binah, el Entendimiento, la cual en su papel de Alma, la madre cósmica, encabeza la columna femenina. Las columnas activa y pasiva también se denominan pilares de la severidad y de la misericordia, siendo la segunda la que representa el principio masculino. Aquí comienza a funcionar la Trinidad de la Creación, conforme la Energía Divina que parte del equilibrio perfecto busca encontrar su nivel y resolverse de nuevo. El flujo de emanaciones, sin perder su naturaleza esencial a pesar de cambiar sus características, cruza después la columna central del equilibrio y pasa a la Sephira de Hesed o la Misericordia. Aquí, el poder, al ser recibido de nuevo por la columna activa, adquiere la cualidad expansiva dinámica de esta etapa antes de cruzar hacia Geburah o el Juicio, en la quinta estación, donde la fuerza se inspecciona, se equilibra y ajusta antes de pasar a Tiferet, la Sephira vital, en el pilar central del Árbol. En esta unión se alcanza el punto crítico del equilibrio. Tiferet o la Belleza tiene una relación especial con Kether, la Corona, por la conexión entre ambos mediante el eje de la columna central. Lo único que separa a Tiferet de Kether es una Sephira invisible que se llama Daat, el Conocimiento, que funciona solamente en condiciones particulares. En Tiferet se mantiene una imagen que es un espejo de Kether, que opera en una escala menor. Las emanaciones pasan después hacia la Sephira activa de Netzach o Eternidad. En este punto las funciones activas se repiten una y otra vez, manteniendo así el nivel de energía. Desde este transformador, las emanaciones cruzan hacia Hod, el Esplendor, palabra hebrea que también puede traducirse como Reverberación, ésta quizás sea una descripción más adecuada de las funciones de Hod, la encargada de recoger y transmitir información. Desde aquí las emanaciones vuelven a tocar la columna central y se enfocan en Yesod o Fundamento. Aquí existe otro espejo, aunque más velado, ya que es reflejo de un reflejo; sin embargo, es lo suficientemente poderoso como para proyectarse fuertemente, aunque sólo sea una proyección. Directamente, debajo de Yesod, está la última Sephira: Malkuth, el Reino, en donde se acumulan todas las energías activas y pasivas, y todos los procesos recibidos de las Sephiroth Superiores. Aquí encontramos el Do que da la octava completa.
Las Sephiroth del Árbol pueden considerarse como un sistema de funciones en un circuito donde fluye una corriente Divina. Cada función no sólo crea fenómenos, sino también transforma todos los subcircuitos adyacentes. Cualquiera de las Sephiroth puede cambiar la dirección del flujo, creando campos y acciones variables. El poder se puede dirigir hacia arriba o hacia abajo en todas las Sephiroth modificando los hechos, mientras que la corriente regresa a la Fuente a través de la Tierra de Malkuth.
Un ejemplo del paso del Rayo Luminoso a través del Árbol puede verse en el proceso de escribir un libro, Kether es la Corona, el principio creativo. La idea se concibe en Hochmah. Como visión puede ser muy poderosa: la semilla de una gran novela, pero en Hochmah no es más que una vaga idea, potente pero sin forma, que después de un largo período comenzará a formularse en Binah. ¿Quizás quedaría mejor como obra de teatro?  ¿O tal vez, como guión cinematográfico?. El tiempo y el principio de la Sephira receptiva superior de Binah le daría forma, digamos, de un libro de extensión media, centrado sobre una situación particular en la cual habrán de participar determinados personajes. En este punto puede permanecer durante muchos años en la mente del escritor y, a lo mejor no se escribe nunca. Pero, un día, puede considerarse en una entidad definida con un gran diseño. Esto es Daat, el Conocimiento. A partir de este momento se inicia un proceso nuevo que algunos escritores llaman “cocinar”. Esta incubación es seguida de la acción de gestación hesédica caracterizada por el gran crecimiento y la gran expansión. Las situaciones se van acumulando, fragmentos de conversaciones se entrometen en la conciencia del escritor, los personajes se desarrollan por sí mismos y la historia llega a colmar el vaso y desbordarlo. Es aquí en Hesed, donde el escritor debe tener cuidado o perderá, por disipación mental, todas las ideas que habitan en su interior. Digamos que comienza por escribir un boceto, anotando las fuerzas creativas presentes en él. Sin embargo, debe juzgar y rectificar repetidamente (función de Geburah) lo que Hesed le otorga, pues con frecuencia suele ser más de lo necesario, por lo que se hace imperativa una edición constante del material. El libro gradualmente adquiere forma. La esencia, o Tiferet, comienza, a verse. Tal vez sea una obra maestra, el destilado de experiencias recogidas en toda una vida o quizás, es tan sólo un libro de texto de tema económico, pero de cualquier manera tendrá un sello peculiar, su característica distintiva. Así es como se puede distinguir un Tolstoi de un Hemingway. En Tiferet se centra la síntesis de forma y energía, y ésta es la razón de que esta Sephira se conozca como Belleza. Hasta aquí, a pesar de todo, en este punto, el libro es apenas un esbozo, que existe más que nada en la cabeza del escritor. Pero si no lo escribe en su totalidad, no pasará de ser otra de las grandes obras maestras que jamás se escribieron. Netzach o Eternidad será quién se ocupe de esta tarea. Las fuerzas vitales del cuerpo, controladas por Hod, y los procesos voluntarios hacen que se deslicen por el papel. Netzach conoce su trabajo instintivamente, mientras que Hod, gracias a su entrenamiento mental y sus reflejos físicos, estructura el conocimiento y el lenguaje en oraciones coherentes.
Yesod o el Fundamento amalgama todo lo que ha sucedido, organiza la operación en un estilo personal y lo refleja en el escrito reteniendo así una imagen en la memoria que sirva como referencia. Malkuth es el cuerpo y el libro en sí. La manifestación física en el mundo. El Cielo ha tocado la Tierra.

*  Z’ Ben Shimov Halevi, op. Cit; pp. 35-38


LA FERRIERE

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