jueves, 9 de junio de 2011

ALTRUISMO


DESARROLLAR el ALTRUISMO

“La Torah nos enseña la forma correcta de relacionarnos con el deseo: Altruismo, es como pasar del deseo egoísta al altruismo”.

Altruismo es el afán de procurar el bien del prójimo aun a costa del propio. Únicamente a través de este gran esfuerzo la humanidad puede alcanzar la verdadera justicia y su armonía.

Altruismo es la cualidad de lo completo, la fuerza a través de la cual alcanzamos nuestra Esencia denominada en el lenguaje de Israel Hakadosh Barúj Hú, la suprema consciencia e identidad de toda la realidad en «donde» todos «somos Uno». Nuestra consciencia del Yo, Anojí, así como la de la Esencia, mientras permanecemos identificados únicamente con el ámbito material-sensorial nos son completamente ajenas, dado que conocer nuestro Yo y conocer la Esencia es lo mismo. Consciencia es la propiedad del alma de ir re-conociéndose en Hakadosh Barúj Hú, ya que «allí está» su origen e identidad.

Él es la Fuente Infinita de altruismo sin una pizca de deseo de recibir, ya que ¿de quién ha de recibir? Lo verdaderamente Infinito que hay en el hombre, el altruismo, no se manifiesta automáticamente, sino que está latente en nuestro interior aguardando que deseemos y logremos crear las condiciones adecuadas para revelarse. Esto es similar al talento con el cual nacemos. Cada niño viene al mundo con una potencialidad, lo que tiene para dar de sí, como la semilla que contiene en potencia todo el árbol y los frutos que a través de él surgirán.

Cuando la Torah es aprehendida de acuerdo a su mecanismo educativo, o sea sin distorsión, entonces alcanzamos el altruismo que logra activar el potencial humano, el talento para el bien. Cuando una cultura, una filosofía o una forma de vida genera una percepción parcial de la realidad, ignorando los valores espirituales, está destinada a desaparecer, ya que se basa en parámetros que no responden a la esencia humana. La auténtica naturaleza del hombre y la única forma de lograr la justicia es a través del altruismo.

Para que sea completo, el altruismo debe ser desarrollado en cada una de las tres áreas de interacción humana: con Di-s, con los semejantes (siendo la relación matrimonial su forma más personal e intensa) y con uno mismo.

Con respecto a Di-s, el altruismo implica la humilde sumisión a Su voluntad. Con respecto a la esposa, encontrar en el cónyuge el alma gemela predestinada y relacionarnos con él o ella a este nivel. Con respecto a uno mismo, significa refinar el carácter.

Nuestra consciencia diaria o habitual, de acuerdo a Kabbalah, es sólo una pequeña parte de la consciencia del alma, la que contiene niveles adicionales y formas de consciencia que en general no conocemos.

Se dice que estos niveles adicionales nos “rodean” o abarcan, ya que normalmente no está en nosotros focalizarnos en ellos, mientras que la consciencia normal o regular está “dentro” nuestro, denotando que podemos acceder a ella y controlarla en mayor medida.

Los niveles abarcadores son vistos como “superiores” y más “distantes”, ya que generalmente están más allá de nuestra captación o comprensión, mientras que los niveles internos son "inferiores" o más "próximos" a nuestro campo de alcance.

En general, los tres aspectos del esfuerzo espiritual requerido para cultivar el verdadero altruismo abarcan las tres grandes divisiones de la consciencia: la “consciencia abarcadora distante”, la "consciencia abarcadora cercana” y la “consciencia interior”. En Kabbalah se conocen con los términos en hebreo “or makif rajok”, “or makif karov” y “or pnimi”, respectivamente.

La Biblia usa cinco términos para referirse al alma, en Kabbalah aprendemos que son los cinco niveles de consciencia del alma: “Cinco nombres tiene el alma y éste es su orden de lo inferior a lo superior: Néfesh, Rúaj, Neshamá, Jaiá y Iejidá. Shaar haGuilgulím, “El Pórtico de las Rotaciones del Alma”, tal como lo recopiló el Rabino y Kabbalista Jaím Vital según lo recibió de su maestro el Rabino y Sabio Kabbalista Itzják Luria Ashkenazi, conocido como el Ariz’al.

Dos de estos cinco niveles son “abarcadores”, que rodean desde el exterior y tres “internos”. .

Nivel de Consciencia:

Abarcadora distante

Abarcadora cercana

Interno


Nivel del Alma:

Iejidáh

Jaiáh

Neshamáh

Ruaj

Néfesh

El origen de cumplir la voluntad de Di-s es la devoción absoluta a Él, inherente al más alto de los cinco niveles del alma, la Iejida. Esta es la esencia simple de la consciencia que no reconoce sino la realidad absoluta y abarcadora de Di-s.

En la práctica raramente somos conscientes de este nivel del alma, usualmente funcionamos en el contexto de los deseos y motivos de corto alcance.

Pero todos nuestros deseos se reducen en definitiva a la voluntad de existir (o de enriquecer o expandir nuestra existencia). Este deseo a su vez está basado en y permeado por el placer experimentado (o imaginado) al existir, que en si mismo está basado en la fe de que la existencia es real.

Por cuanto que la única realidad verdadera es Di-s, la Iejidá reconoce a Di-s como su fuente única de placer y el objetivo de su voluntad y deseos. Esto está subyacente en todos los pensamientos conscientes. Por eso se dice que la Iejida siempre está revoloteando, “circundando” y motivando nuestra percepción consciente e influenciando a la distancia nuestro proceso de toma de decisiones.

La capacidad de reconocer nuestra verdadera alma gemela deriva de Jaiá, el segundo nivel del alma. Aquí es donde se manifiesta la sabiduría (jojmá) innata del alma. Está también normalmente fuera de la esfera de la percepción normal y sólo se revela ocasionalmente como destellos de entendimiento inspirados divinamente. Pero como penetra la mente consciente más frecuentemente que la Iejida, es descripta como rodeando más de cerca nuestros pensamientos conscientes.

Aunque todo destello de entendimiento es una experiencia de nuestra Jaiá, es fundamental comprender que el alma de cada uno deriva de un origen común a todas las otras almas, como está dicho (Malají 2:10): “¿Acaso no tenemos todos un solo Padre?” El caso más personal de esto es el reconocimiento del alma-raíz que uno comparte con su esposa (Jaiá, como nombre propio, es la rectificación de Javá. Eva es la primera mujer, que recibió ese nombre (en lugar de Jaiá) a causa del pecado original. Jaiá es entonces un nombre genérico de la consorte espiritual verdadera en su estado de mayor perfeccionamiento).

El proceso permanente de auto rectificación y refinamiento del carácter incluye relacionarse con los demás con un genuino amor bondadoso y altruista, a la vez que se realiza el máximo esfuerzo por anular todo motivo egoísta o interesado. Este esfuerzo concentrado de la mente y el corazón involucra los tres niveles conscientes interiores del alma, la Neshamá, el Rúaj y el Nefesh.

En particular, la Neshamá es el nivel de la mente (la inteligencia activa del alma); el Rúaj es el nivel del corazón (los atributos emocionales) y el Nefesh es el nivel de acción, en general y de los rasgos de comportamiento innatos, en particular.

A través del esfuerzo espiritual concentrado, uno puede refinar su habilidad de percibir la realidad verazmente y en profundidad, sensibilizar su corazón para reaccionar apropiadamente al fenómeno de la vida y adquirir una “segunda naturaleza” rectificada al llegar a la acción y el comportamiento.

Ahora, está el principio general que “cuando más elevada es una entidad, más bajo desciende” (Likutei Torah 2:34c). Por eso, hemos estudiado en Kabbalah que el nivel más elevado del alma, la Iejida, el origen en la consciencia de nuestro empeño en cumplir la voluntad de Di-s, se manifiesta en mayor medida en el nivel más bajo, el Nefesh, a través del incremento individual de las buenas acciones.

El segundo nivel del alma, la jaiá, la perspicacia de reconocer la unidad esencial de todas las almas judías- se manifiesta en el segundo nivel más bajo, el rúaj, al rectificar nuestras emociones y aprender a relacionarnos con los demás con cariño.

Esto deja a la Neshamá como el eje central del alma.

Y, por cierto, el foco primario de nuestro esfuerzo espiritual respecto al alma es la Neshamá, que comprende el intelecto maduro y el poder de percepción de la aparentemente separada realidad. A través de la meditación concentrada, se puede entrenar la mente para percibir la realidad correctamente, tanto con respecto a ver la presencia de Di-s en el mundo, la Divina providencia, como a comprender a las demás personas y sus interrelaciones.

Mediante un esfuerzo espiritual concentrado, uno puede refinar su habilidad de percibir la realidad con profundidad y de verdad, sensibilizar su corazón para reaccionar en forma apropiada al fenómeno de la vida y adquirir una “segunda naturaleza” rectificada en el momento de actuar y conducirse. Nuestra percepción de la realidad refinada (Neshamá) dará origen a emociones rectificadas en el corazón (rúaj), inspirado por el jaiá, quienes a su vez motivarán el incremento continuo de las buenas acciones (Nefesh reflejando a Iejidá).

Iejidá

Jaiá

Neshamá

Ruaj

Nefesh


Bibliografía:

El misterio del matrimonio del Rabino Itzjak Ginsburgh.

La Esencia, el Infinito y el Alma. Rav. Zukerwar.

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